Hay un restaurante en Santa Cruz
donde la lluvia cae al revés, donde pidas lo que pidas está bueno, donde
respiras libertad y armonía. Donde en la cocina parece que hay un Angel que lo
ajusta todo a la medida del comensal.
Su comida es y no es peruana,
pues si la esencia gastronómica del país vecino está ahí, supera con creces el
tipismo de las ollas de mar y las andinas ya que sus sabores se equilibran en
la innovación.
Sus meseros son atentos rápidos y
simpáticos con una sana competencia por quien es el mejor. De negro y rayas
corretean en la moderna sala que no quedaría desentonada del lugar donde recibe
el nombre: Máncora.
Máncora es una localidad en el
norte del Perú en la provincia de Talara, departamento de Piura. En los últimos
años se ha convertido en una playa muy visitada por los surfistas peruanos y
extranjeros. Posee el privilegio de tener las dos corrientes marinas todo el
año la fría de Humboldt y caliente del Niño.
Mutandis mutandi, al estar en la
vereda del canal Isuto, podríamos decir que allí también las corrientes del sur
y dl norte se cruzan gastronómicamente hablando en sus platos como, la ensalada mezclum con pollo crocante
acaramelado o la gustosa causa nikkei.
En pasta recomendamos espaghuetti negro con mariscos o los ravioles caprese
hecho tomate deshidratado, albahaca y queso ricotta en una delicada salsa de
crema y vino blanco. Ya como fondo el ceviche caliente a la brasa, el osobuco a
la cerveza negra o los los ostiones, El Pulpo a la brasa, un Salmón sellado con
salsa al curry.
Y si de maridar hablamos, en
Máncora se presentó el Trivarietal blanco de Campos con 17 meses en roble, un
vino histórico para Bolivia y en este local es de los pocos lugares donde
puedes encontrarlo.
Postres a parte no nombro ninguno
en especial pues todos son riquísimos como el legendario Suspiro Limeño que con
las frutas frescas y el merengue crocante que puede ser un epílogo realmente
impresionante.
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