88 años, iconoclasta, argentino,
amaba el vino, sabia de vinos pues hablaba de ellos como dice el refrán “al pan
pan y al vino vino” divertido, extravagante, claro y no se mordía la legua, así
era Miguel Brascó. Periodista, abogado y con un sentido común aplastante.
Tenía su columna gastronómica en
LA NACION de Buenos Aires, si bien leerlo era un placer, escucharlo era
divertidísimo, pues todo lo que decía sobre vinos, restaurantes y guisos era lo
que todo el mundo pensaba pero nadie se atrevía a decir y él lo comentaba sin
pelos en la lengua.
Escribía tal como hablaba como
Borges y era de un sentido común aplastante, irónico, gracioso y sobre todo
sabio, de los de la sabiduría popular. Él era lo que predicaba, hablaba de
comida y cocinaba, bebía vino pero nunca se emborrachaba y así lo dejo escrito:
"El vino no emborracha en la medida que se lo tome como corresponde. El
buen bebedor nunca se vuelve mamerto. El secreto pasa por la combinación entre
lo que se toma y lo que se come, entonces el disfrute gastronómico se torna
perfecto".
Era tan irreverente que para que
le entendieran hablaba y escribía llano, concreto claro y conciso… sus
opiniones eran categóricas por lo certeras y aplastantes por su gran sentido
común trasgresoras: “"Si los sommelier dicen que un vino tiene sabor a pis
de gato, y está aceptado, yo puedo decir que el torrontés es un vino para los
gay".
No tenía dogmas y sin pretenderlo
marcaba criterios, sencillas maneras de saber del aforismo popular: "No
hay que dejarse impresionar por lo que dice la gente acerca del vino. Nadie
sabe nada. El mejor vino es el que más le gusta a uno".
Asi era, así es y asi será para
siempre el gran Miguel Brascó.
LEER EN EL DEBER
http://www.eldeber.com.bo/al-fin-viernes/2014/05-16/ver.php?id=140515210611
(Por motivos de espacio algunas veces las notas se cortan para de esta manera mejorar la maquetación, así
pues en esta bitácora puede usted leer el original y luego el publicado obviamente son un poco distintos)
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