Tres temperaturas, tres texturas,
tres sabores en un mismo plato, todo ello buscaba un maridaje complejo y casi en los límites de
lo imposible, de esta manera comenzó el Festival del Maridaje de Jardines de
Asía.
Todos se preguntarán ¿quién fue el
osado vino que se atrevió con tal compromiso culinario de niveles “cuasi” galácticos?
La cocina del chef peruano,
formado en Francia y España, Rodrigo Conroy, comenzó de esta manera este evento innovador
que Jorge Calvo nos ha traído a Santa Cruz.
El restaurante del grupo de Los Tajibos es de los más innovadores y lo
demuestra día a día con hechos, por esto
se está situando como uno de los mejores de Bolivia abriendo una franquicia en
La Paz y organizando eventos como estos.
El maridaje, la gran boda del
vino y la comida, nace como un exponente de alta gastronomía cuando se busca
enlazar, complementar y armonizar los dos elementos que participan en las
nupcias.
El reto del primer plato de este
Festival, era sin lugar a dudas muy
difícil y tentador; maridar un plato con tres elementos muy distintos,
texturas y temperaturas; como los
canalones de quínoa con foie y queso parmesano, con una lámina caramelizada
crujiente con un vino.
Las características del vino, tenían
que estar acordes a este singular plato;
ni blanco ni tinto, frio por el helado pero burbujeante con aguja para compenetrarse con la quínoa, y
además sutilmente complejo para neutralizar el foie.
¿Dónde está un vino así?
Solamente la Bodega de Ernesto Catena con su “Alma negra” espumante Malbec
podría estar en este lecho; y Jardines de Asía ser el marco emblemático para
estas nupcias. Se logró una verdadera comunión en la búsqueda de la conjunción de sabores texturas de calidad Ultra Premium.
De color naranja salmón.
Ligeramente amargo con aromas a fresas confitadas, cortezas de cítricos y
bizcochos dulces. Agradablemente seco, fresco y luminoso. Su final es marcado y
prolongado con sabores firmes y perfume persistente, formaron un solo ser con
este memorable plato.
Después de este maridaje quedaban otros cinco platos con diez
propuestas vitivinícolas más, la noche fue esplendida, personalmente me quede
sólo con este vino. Eventos de este nivel
son los que la cultura del vino necesita
en Santa Cruz y no “las charlotadas” que otros proponen.
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