Hace ahora un año que asomo mi
sombrero en esta página de El Deber. He intentado recomendarle restaurantes
cruceños, descubrirles platos, catar vinos y whiskies y maridar los manjares
con los caldos de esta tierra.
No sé si lo hemos conseguido, la
verdad es que disfruto tanto escribiendo de gastronomía que al terminar las
columnas me chupo los dedos de pura
jactancia literaria.
En este tiempo me han preguntado
muchas veces cual es el plato de Santa Cruz que más me gusta, personalmente
nunca he dicho cuál es pues todos me parecen respetables y cada plato tiene su
momento; pero si hay uno que me da este no qué
es el “Locro”. Pero el “Locro” carretero.
Su nombre habla de sus orígenes.
Lo probé por primera vez en una humilde hacienda llamada “Las nubes”, este
sencillo plato lo preparaban los carreteros de juntas de bueyes que en medio de sus tortuosas travesías por el territorio cruceño tenían que parar en
cualquier sitio para llenar el buche y necesitaban cocinar fácil y rápido.
Esta sopa melosa de arroz incluye
arroz, pollo, gallina o charque y plátano, se cuece en un recipiente de barro y
se bate con cuchara de madera, tiene un sabor bárbaro. No es un plato de ricos ni de pobres pues el
concepto rico y pobre muchas veces no entra en la gastronomía.
Recuerdo aquella anécdota que
contaba un cura de pueblo. Un día que comenzó a hablar con un humilde pastor y
le preguntó:
–Si fueras rico, muy rico, ¿qué
te gustaría hacer? ; ¿Qué es ser rico?, Le contestó.
–Ser rico es tener mucho dinero,
tener un banco...; Y... ¿qué es un banco?
Se lo explicó de un modo simple; Ser
rico es tener muchos predios y, en lugar de ovejos, unas vacas muy gordas.
Después, ir a reuniones, cambiarse de terno tres veces al día... ¿Qué harías si
fueras rico? Abrió mucho los ojos, y le dijo por fin:
–Me comería ¡cada plato de sopas
con vino!...
Todas las ambiciones son eso; no
vale la pena nada. Y aquel curita joven de pueblo se quedó muy serio, y pensó: está hablando el
Espíritu Santo.
Lo bueno es bueno, ya sea locro o
las sencillas sopas con vino, en la gastronomía la calidad del producto marcan
la diferencia. La fórmula es clara Mercado + Producto + Tradición = ÉXITO.
Esta nota si bien la escribí para EL DEBER en mi primer aniversario nunca se publico.
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