El nombre le viene de las marcas
de hierro que una vez calentadas y al rojo vivo se incrustan en la piel del
animal como signo de pertenencia a una cabaña o ganadería, por eso en su
decoración de antaño en la Monseñor predominaba todo lo ganadero y los hierros
para marcar, que sin bien siguen en el nuevo local, se ha optado por un ambiente más “cool y fashion”.
Creo que fue todo un acierto el traslado
de la Monseñor a la San Martin, la arquitectura la decoración la terraza y los
amplios ventanales, define a “Los Hierros” como un local para ver y ser visto.
Dejemos a un lado la fachada y el
interior que es de 10 y entremos en materia gastronómica, personalmente en “Los
Hierros” disfruto lo que a veces no está en carta y David el hombre del fuego o
uno de sus fieles meseros me sopla.
No soy de los que en la
churrasquería va a lo seguro “Sota, caballo y Rey” con la tradicional punta de
S, el biffe de chorizo, o el cuadril, me gustan otras veredas a veces
prohibidas, como son entrar por los pescados a la parrilla o los matambres si
son de res bien pero en los hierros el matambre de cerdo siempre está para
aplaudir con las orejas.
Pero la cosa no se queda aquí,
¿Quien decía que Los Hierros era solo carne? También podemos optar por berenjena
a la parmesana, empanaditas, cebiche, brocheta de langostinos o alternativa
saludables para vegetarianos como la quínoa con palta y otras delicias.
Buen surtido de cebollitas,
olivas, pasta o vegetales varios en la “isla de ensaladas”, buena carta de
vinos de vinos donde podemos jugar fuerte con un malbec de Republica o
quedarnos en casa con las bodegas locales.
Pero este festín de sabores, no
solo es de carnes también la aparición del carrito de los postres hace que se
arme bullicio en la mesa entre los comensales y terminen el ágape con un muchas
gracias hasta pronto volveremos… Los Hierros para comer, beber, disfrutar, ver
a la gente y ser visto.
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