Esta comedia no cambia desde hace años, es como la
Traviata de Verdi, siempre pasa lo mismo, el primer acto del show gastronómico
comienzan con el homenaje a la «nouvelle
cuisine» de los Bocusse, Guérard, Troisgros Robuchon; y el segundo acto es una “astracanada”, como
la del frutero madrileño Félix Vázquez que
compró en una subasta una trufa blanca del Piamonte de unos 400 gramos por
4.500 euros, con la intención de regalársela al Príncipe en su despedida de
soltero, acompañando así el chiste fácil «La trufa es sumamente afrodisíaca»
Y luego el escenario se llena de
hombres de blanco detrás de una cocina
de diseño, retro proyectados en una pantalla de plasma… En los restaurantes, el
show comienza con la misma carta del menú, los platos son rimbombantes en sus nombres,
de una esmerada plástica en su composición, de untuosidad aromática con unas laboriosas y complejas puestas en
escena, donde lo difícil lo hace a escondidas en la “termomix”.
Al terminar la representación,
los asistentes lamentan encontrar en
estos platos, cuyos precios no son baratos, más cavilaciones que recetas, o lo
que es lo mismo más poesía que producto. Pero todos contentos, los clientes que se dan el gusto y los
grandes “chefs” que engrandecen el escenario con su presencia salen satisfechos.
Después de hacer examen nos
tenemos que preguntar ¿Debe ser este el camino de nuestra gastronomía. O hay
que volver a cauces más tradicionales?
Un refrán de mi tierra dice: “Toda piedra hace pared”; si el “show bussines” suma y hace que la gente
se interese por la cocina y entren a los restaurantes; bienvenido sea “el
Teatrillo gastronómico”, de platos
voladores, llamaradas en el aire y colores estereotipados.
http://www.eldeber.com.bo/al-fin-viernes/2014/02-28/ver.php?id=140227214111
(Por motivos de espacio algunas veces las notas se cortan para de esta manera mejorar la maquetación, así pues en esta bitácora puede usted leer el original y luego el publicado obviamente son un poco distintos)