Gastronómicamente hablando
nuestra cultura está en el subsuelo. Esto se puede comprobar en cualquier
restaurante, donde el personal después de pedir un plato de excelencia gourmet,
seguidamente pide una soda.
Pedir una soda con un plato de más
de 100 bs, o ya sea con un tradicional pollo es un insulto a la cultura
gastronómica y demuestra lo neófito en materia culinaria.
Ya sé que contra gustos no hay
nada escrito, pero es evidente si nosotros tomamos una soda con su carga de gas
y azúcar antes de comer o mientras comemos, estamos matando los sabores el
manjar.
El gas excita a las papilas
gustativas de la lengua y el azúcar atiborra el proceso del gusto y nos deja la
zona de absorción de los diferentes deleites, adormecida y atrofiada. Por tanto
da igual que comamos una sofisticada y deliciosa langosta, que un fideo, o unas papas a la huancaína.
Lo que tenemos que beber mientras
comemos es cualquier líquido que no mate los sabores de la comida. Es más
tenemos que buscar algo que los resalte y los acompañe sin que la bebida este
por encima de los sabores del plato.
Lo mejor para tomar mientras
comemos es agua sin gas. Y cuando tenemos que optar por alguna bebida que
acompañe o exalte la comida ahí está la cerveza o el vino. Este juego entre la
bebida y la comida para lograr el mejor
acople entre ambos, lo denominamos “maridaje”
La cerveza es idónea para maridar
con comidas acidas, como por ejemplo para el Ceviche. El vino blanco es el
perfecto compañero de todo tipo de pescados, mariscos y carnes blancas. El
tinto es la bebida para tomar con el asado. El Rose con el sushi. El alcohol
del vino abre las papilas gustativas para que los sabores penetren y exalten
sus virtudes.
Ahora bien si a usted le agradan
sus comidas acompañadas por soda, por favor no deje de hacerlo. ¡Viva la
libertad! La única verdad en gastronomía es hacer lo que usted más le guste, por muy raro que sea.EN PAPEL:
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